Artículo de Juanfran Molina, tomado 'prestado' de: El Batracio Amarillo


Tejido de Felicidad

Afoto BN

Esta es la historia del disco que superó a "78" (Virgin, 97), a la tercera escucha. Quizás porque congracia al Chucho con sus momentos más luminosos de antaño, incluso descubriéndonos un presente más esplendoroso, sin apartarle de su dirección creativa, sin ocultarnos su carnalidad expresiva, a veces obsesiva, ni la exuberancia de percepciones que desprenden sus canciones; Colocándonos frente a unos textos de una claridad inusual, sin olvidar el oblicuo encuentro con su mirada turbia habitual; inventado Palabras y personajes, superponiendo situaciones y sensaciones que alcancen a transportar las tripas de su mensaje. Dentro de un diseño netamente pop-art que contrasta con el oscurantismo anterior y grabado, mezclado y co-producido por un inspirado Kaki Arkarazo (M-ak, Negu Gorriak, Nación Reixa), cuenta con los trazos de la orquesta Et Incarnatus aportando novedosa profundidad rutilante; lo electrónico surge a través de esquirlas burbujeantes o subterráneas, con asiduidad pero sin efectismos ni fatuidad, sin empacho de modernidad obligatoria; simplemente enriqueciendo un todo orgánico que respira o supura por todos lados. E Isabel León reviste estribillos con sus coros en casi la mitad de los temas.

Temas que se abren con la estimulante explosión pop de "Cirujano Patafisico", donde Alfaro se despoja de nubarrones y acaricia deseos con la recuperación de una ingenuidad hacía tiempo aparcada; ingenuidad que llega al paroxismo en las felicidades orquestadas de "Magic" (colorido casi eurovisivo, y electrónica gozosa) y "Revolución", conectada con "78" aunque en el reverso de su gravedad, al igual que el primer corte y "Una f-foto tuya", todas con glorioso estribillo, una vez más. En momentos como "El mundo en un segundo", "Mare Nostrun" o la emocionante "Una nueva vida" hay viajes furtivos de ida y vuelta hacia "Hermanos Carnales", sin lugar a la regresión autocomplaciente, y con ese poso agridulce y reflexivo mecido en placidez melódica y lirismo apesadumbrado.

Ya que su contribución a la película «Abre los ojos» no los aupó al lugar que merecen, por lo menos su notable banda sonora ha suministrado un vehículo en el que avanzan textos de calado y sentimientos a flor de piel tras lo majestuoso y lo onírico, apoyando el dramatismo extremo de "Aguacero al infinito" y "Mi vida con fiebre", en la que riffs incisivos acosan melodías de urgencia y ansiedad. Urgencia en que se debaten "Hamorambre", que se conduce con el arrebato que narra, dejando un reguero melódico ya familiar; el pop de hammond chispeante de "Erección del alma"; "Alicia rompecuellos", oscuridad tremendista en plena catarsis corcobadiana resuelta de la forma más cristalina posible, demostrando que todo está a un paso; y "Perruzo", asalto de ansiedad airada que tira de armónica, bajo fuzz o incontenible guitarra wah-wah mutando en instrumental de algo llamado rock and roll, de lo más clásico, ¿lo pondrán de moda?