Disueltos Bichos, Joaquín Pascual fue el primero en dar señales de vida. Más adelante háblaremos con él de aquellos primeros pasos al margen de Alfaro. Pero antes se impone la actualidad, y la actualidad se llama «Canciones De Andar Por Casa», el tercer disco de su nuevo grupo.
Mucho cuidado con la tercera entrega de Mercromina. «Hulahop», el disco anterior, tenía unas letras mucho más surrealistas y atormentadas, y sin embargo, la música no acababa de cuajar. Era evidente que el fondo era bueno, que las ideas iniciales prometían, pero algo se había perdido por el camino. «Hulahop» era, en cuanto a su ejecución, una obra esquemática, un tanto endeble, conceptualmente sincopada, llena de cambios abruptos y cabos sin atar.
«Canciones...» es más simple y apacible de letras, y paradójicamente, infinitamente más rico y complejo musicalmente. Es un disco con mayor peso específico, con más enjundia, más serio y coherente. Las canciones sorprenden por sus constantes destellos de una belleza más sabia, más templada, más clásica si se quiere. Pascual ha adquirido una mayor seguridad en el trazo, y como consecuencia, ha conseguido que lo complicado parezca más sencillo, más sólido y sereno.
Las revistas de música son, casi por definición, los adjetivos del rock, y yo acudo a mi cita con Joaquín Pascual con los deberes hechos, bien pertrechado de adjetivos. Y tan pronto como nos sentamos delante de unas aguas minerales y tés con limón, los pongo sobre la mesa. Es un disco orquestado, le digo, más denso, duro, potente y dramático que el anterior. Incluso más sinfónico.
«Es un poco una revisión de algunas piezas clave en Mercromina que no habían acabado de desarrollarse», añade Pascual, después de asistir divertido a la salva de calificativos. «Un vistazo atrás, si quieres, un regreso al fondo de nuestra manera de componer. En "Acrobacia" había muchas partes de Mercromina que no estaban totalmente acabadas: "Ciencia ficción", "El salvador tóxico", "El cometa"... eran canciones más sinfónicas, de desarrollo instrumental un poco más costoso, que a mí me apetecía mucho recuperar, para quedarme completamente satisfecho. De ahí ese punto más denso».
O incluso progresivo, en la parte final de «Temblando».
Sí, esa es una vena totalmente «Ciencia ficción», muy nuestra, que estaba aparcada, y muy mal aparcada. «Hulahop» era más disperso, mucho más que este, más difícil de orientar. Este, sin llegar a ser conceptual, está mucho más encaminado, es más lineal.
Y sin embargo, no deja de ser ecléctico.
Sí, sigue teniendo su bossanova, sus cambios de ritmo, pero el más ecléctico de los tres es sin duda «Hulahop». Es más segmentado, más hecho por partes. Y este último, a pesar de que sigo necesitando variedad de formas y de tempos a la hora de componer, es mucho más homogéneo. Yo creo que sobre todo ha sido eso, recuperar temas e ideas de desarrollo sónico fundamentales para mí, que tenía como apartadas.
Aparte del espíritu de las primeras canciones, ¿has recuperado algún tema inacabado de aquella época inicial?
No, canciones no, pero sí ciertas reminiscencias , «Llarnas», por ejemplo, tiene un contenido muy parecido al de «Ciencia ficción», podría considerarse una hija de aquel tema... Este último disco tiene dos momentos, dos ejes sobre los que giran todas las canciones. Uno es la sintonía «Ninguna parte», otro «En el mar», que también es un pasaje instrumental. Entonces hay canciones que se acercan a una sintonía, y otras que gravitan hacia la otra. Una, la primera, es más intensa, más desarraigada, más rock. La otra es más pop, más de sensaciones, más soleada.
¿Y qué ha propiciado esa vuelta atrás?
El paso del tiempo, la reflexión, el trabajo en casa, es un disco elaborado en casa; no es producto del local de ensayo, ni de las guitarras, sino de sonidos aislados, tardes en casa, situaciones no necesariamente asociadas a la escena rock. Estados más normales, más tranquilos y normales. Yo recuerdo con mucho cariño su proceso de gestación porque ha sido como leer, oír música o ver la tele, en los textos he huido de las situaciones extremas de canciones anteriores, no sé por qué, no sentía la necesidad de escribir sobre sacacorchos o rayos UVA, no me he sentido entre la espada y la pared...
¿Dirías que es más sereno?
No sé hasta que punto se puede hablar de serenidad, pero ahora pienso más en las cosas, no compongo de forma tan inmediata...
Seguís, en cualquier caso, con la tónica de publicar las letras, pero desordenadas...
Sí, agrupamos los textos en función de un concepto, y luego esa cohesión no necesariamente se refleja en el orden de las canciones. El orden de las letras, tal y como aparecen en el CD es, en ese sentido, más coherente que el de las canciones. Me gusta que la gente busque en los libretos, poner pequeñas ilustraciones junto a las letras, decorarlas como si fueran habitaciones.
«Evolution» tiene un punto de tecno analógico en plan OMD o New Order.
Sí, tiene un desarrollo muy New Order, My Bloody Valentine, muy de los 80.
¿Y todas las referencias al mar? «En el mar», « Vals de ballenas», el verso «cuánto tiempo hace que no vemos el mar.» en «Vacaciones»...
Porque es un sitio muy agradable y a la vez muy profundo, con unas dimensiones impresionantes, te puedes orientar al mar o al espacio, no hay más sitios. Y el espacio está un poco sobado, ya están los Spiritualized, y no hay quien los mueva de allí. Aparte, queríamos situar estas canciones en un escenario que fuera un poco casero, pero con unas dimensiones un poco distintas.
¿Has visto alguna vez una ballena?
Sí, en el Museo de Ciencias Naturales de Londres, una disecada, impresionante. Vivas no he visto nunca, aunque me encantaría.
Parece que el tema recurrente del disco es la pérdida del amor, y la lucha por recuperarlo.
Habrás notado que las letras son mucho más sencillas y directas, las de «Hulahop» fueron un parto doloroso, me tuve que forzar para construirlas, no me bastaban los temas o los elementos que tenía más a mano, tenía que retorcer las ideas, ir lejos en busca de inspiración. En este caso he preferido palabras más sencillas, cosas que todo el mundo sabe, pero que son bonitas de decir. Algunas casi me hacen ruborizar, como la letra de «Vacaciones», pero no me importa, en ese momento me seducía más ese tipo de canciones que «Sacacorchos», que no es nada cursi.
¿Te has implicado más en la producción de «Canciones ... » que en las de «Hulahop»?
Bueno, las maquetas las hicimos nosotros, y después Eugenio Muñoz nos echó una mano con las mezclas, siempre nos gusta que un ingeniero supervise la última fase del proyecto, como hizo Fino en «Hulahop». En cualquier caso, mi implicación es siempre la misma, y se traduce en grandes ardores de estómago y quebraderos de cabeza, en una intensidad que raya lo psicótico, la producción me pone de los nervios. Las tomas de la grabación, los recordings de las canciones los tengo super claros antes de grabar. Pero luego necesito que todo suene de una forma concreta, y si no lo consigo me pongo de los nervios. En este disco ha habido muchas segundas mezclas, y ha costado mucho más, tanto en producción como composición, aunque no creo que eso cree un distancia entre el disco y el oyente.
El acorde inicial de «Lluvia» es muy «Come together» de Beafles.
Es cierto, es algo que me gusta hacer a veces. El riff de «Líquidos» es muy Sex Pistols, no me importan los guiños a otros grupos, es algo totalmente consciente. «Lluvia» es una canción especial, tiene elemen tos del pasado, como tu has dicho, pero también mucha variedad, teclados, sintetizadores, scratch.
Luego está «Media vida entera», que es muy bossanova.
Sí, la bossa es un estilo casi clásico en Mercromina, cuando estábamos haciendo este último disco, Carlos de Subterfuge nos preguntó medio en broma si habíamos incluído alguna bossa. Es un tipo de música que me encanta, que da mucho juego para transmitir un montón de cosas, y de toda la música latinoamericana es la más cercana al pop.
Habéis dicho en alguna ocasión que entre la disolución de Bichos y la grabación de ,«Acrobacia» no hubo una ruptura drástica sino una cierta continuidad.
Yo me sentí desnudo, vacío, cuando el grupo se disolvió. Y no sólo entonces, era una sensación que ya venía de lejos, que llevaba algún tiempo experimentando, y la ruptura no cogió a nadie por sorpresa. Yo ya me había hecho a la idea de que continuaría, yo necesitaba seguir moviéndome, no parar, o lo habría dejado definitivamente.
Y el hecho es que ya vais por el tercer disco. A eso se le llama ser prolífico...
Es que nuestra canción está siempre puesta en esto, a mí hay muy pocas cosas que me distraigan, siempre paso alguna época un poco más descentrado que otras, pero no suele durar mucho. Siempre hago canciones, tengo un pequeño estudio en casa, y grabar es una necesidad constante, me encuentre bien o mal. Me relaja, me distrae... es como una válvula de escape.
Tú dices que te sigues identificando con las canciones de Alfaro en su etapa Chucho. ¿Se puede hablar de obsesiones compartidas entre los dos?
Yo no tengo demasiadas obsesiones...
Me refería más bien a temas, imágenes recurrentes...
Quizá haya alguna conexión en algunas imágenes, y en ciertos puntos de vista. Pero el temario no es el mismo, yo creo que Fernando tiene sus propios temas, aunque yo nunca lo definiría como una persona obsesiva, y nosotros tenemos los nuestros. Nos hemos distanciado en ese aspecto, y cada vez más conforme ha ido pasando el tiempo. Quizá el disco más obsesivo en cuanto a temas de todos los que hemos grabado es «Hulahop». Pero aún así es mucho más superficial, nosotros no profundizamos tanto, no somos tan abismales, creo. A mí me da un poco de miedo profundizar tanto. Pero a Fernando sí le gusta, y me parece muy bien.
Se ha escrito en alguna ocasión que Chucho no tienen tantos puntos en común con Surfin'Bichos como vosotros.
Los dos grupos parten del mismo punto, pero los dos tienen una amplitud de estilos muy grande, aunque compartimos un mismo filtro, una forma parecida de resumir todas nuestras ideas e influencias. Nosotros no nos limitamos a ningún estilo definido, ni renunciamos a ningún recurso, a mi me gustan tanto los Beatles como Roni Size o Spiritualized, la música la veo como algo muy amplio, pero luego tengo un tubo, una visión personal. Y a Chucho les pasa algo similar, tienen una gran amplitud de miras y un punto de vista particular, que resulta similar al nuestro.
¿Qué dirías sobre Alfaro, si alguien te pidiera que lo retrataras en pocas palabras?
Como músico es muy independiente, tiene unas dosis de genialidad que me parecen innegables... Además diría que soporta muy bien todo el peso que comporta hacer música, pensar sobre la música, transmitir sentimientos, producir tus discos, cosas que ni su grupo ni el mío hacemos de forma gratuita, a nosotros nos cuesta muchos sacrificios, mucha concentración, te ves obligado a pensar a fondo en tus cosas, en tu vida... Y pienso, como te he dicho, que lo lleva muy bien.
Sí piensas en tus primeros años de adolescencia en Albacete, ¿te reconoces?
Por supuesto, no me costaría nada reconstruir toda la sucesión de acontecimientos, podría encontrar el origen exacto de todas las trayectorias que he seguido, tanto musicales como personales. De todas formas, es algo en lo que no pienso demasiado. Había algo escolar en Surfin' Bichos, teníamos nuestros maestros, nuestros jefes de estudios, y nosotros estábamos allí de alumnos. También éramos peores como músicos...
¿Qué discos oyes últimamente?
Belle & Sebastian, el de Spiritualized en directo, Mercury Rev, Air, Pulp, Underworld...
¡Qué diferencia cuando, entre tanto grupo que canta en inglés, aparece un poeta loco que se dirige a tí en tu propia lengua, sin máscaras ni cortinas de humo! De pronto, oyes palabras poderosas, pronunciadas en tu lengua, y es como si recuperaras a un viejo amigo después de un largo viaje.
Con Josele de Enemigos, o con Antonio Vega, o con Robe Extremoduro, me pasa como con Alfaro. Los veo sobre un escenario, los oigo cantar, y me hacen reflexionar sobre las cosas que importan. Me hacen consciente de todo el tiempo transcurrido, y me siento privilegiado por tenerlos de compañeros de viaje. Consuela encontrártelos de vez en cuando para recuperar el aliento, echar un trago (o unas risas, o unas lágrimas si uno tiene el día sensible) y seguir adelante. Porque no hay más huevos.
La primera vez que oí a Chucho fue de refilón, en el Festimad del 97. Yo corría de un lado para otro, tratando de hacer un reportaje para TVE, y de pronto oí unos teclados lacerantes y una melodía de órgano que me llegó al alma, entre una muralla de guitarras. Nunca supe de qué canción se trataba, pero el subidón fue idéntico al que experimenté hace cuatro días, cuando escuché por primera vez «Erección del alma». Mi segundo encuentro con Chucho se produjo en la Sala Apolo de Barcelona, en febrero del 98. Allí sí pude poner los cinco sentidos en esas canciones erizadas, difíciles, turbias y desapacibles, y sin embargo, llenas de guiños melódicos, de alivio.
Alfaro es, no lo olvidemos, el que escribió: «Ven aquí y siéntate a mi vera/que no pega la solanera y mi puta calavera/me acompaña mi vida entera». Sus imágenes remiten a las de los Pixies de la primera época, versos cargados de sangre, de tragedia, de religión, de pesadillas febriles, de belleza sobrenatural: «Y el niño brotó de aquella fea herida/la muerte engendró un rumor de viento en su cara/quien vive entre los arbustos notará la brisa/la brisa marina que llora por la pena mala».
Más de un crítico ha escrito que «Tejido De Felicidad» es un disco más feliz que «78», más luminoso, una obra inspirada por la necesidad de ser comprendida por un público más amplio. Yo discrepo. Y no porque me niegue a aceptar que Alfaro pueda ser más feliz que nunca. A Alfaro le cuesta explicarse. Cada palabra pronunciada parece el resultado de un intenso diálogo interior, la síntesis de un número infinito de tésis y antítesis. Yo diría que eso denota inteligencia. El lo llama honestidad: «Me gusta ser sincero, y disfrutar de lo que hago en cada momento. Parte del camino es conceder entrevistas, y descubrir cosas sobre tí mismo y sobre tu música, mientras hablas sobre todo ello en voz alta, con algún interlocutor».
¿Hasta qué punto el nuevo disco da un golpe de timón hacia parajes mas amables, aptos para todos los públicos?
Yo no sabría escribir canciones si tuviera en cuenta condicionantes de ese tipo, como vender más o romper con una imagen anterior. No es que no quiera considerarme muy puro artísticamente, es que no sé hacerlo. Yo sólo escribo para manejar sensaciones y emociones. Quiero comunicar con la gente. De repente te encuentras en un momento anímico o personal especialmente lúcido, o despejado mejor dicho, con un equilibrio por muy precario que sea, y ahí sí que puedes decidir que quieres que se te entienda de una vez, no tener que estar dando explicaciones. «78» a mí es un disco que me gusta mucho, pero está escrito en clave, es ciertamente críptico, no hermético, porque sigue siendo pop, y sigues comunicando, y mucha gente lo entiende... Y en este disco de repente dices... que quieres conseguir algo como «Everybody is talking» de «Midnight Cowboy», o como los clásicos de Burt Bacharach, te encuentras en una situación vital en que lo que deseas es comunicarte de formadirecta, con pop tradicional de toda la vida, que a mí me llega al alma, en ese sentido sí que escoges las canciones, y les das una cierta forma.
El hecho de que se te comprenda o no, ¿te preocupa? ¿Te da miedo que, por la imaginería que manejas, se te rodee de un cierto malditismo?
Una cosa es que se malinterprete lo que quieres decir, que se le dé una lectura negativa; que alguien vea en «Anestesia» un simple canto al suicidio y a la utilización de ciertas drogas para evitar el vacío existencial, y lo aplique a su vida; no sólo que le llegue la canción, que la comprenda y se identifique con ella, sino que modifique su comportamiento, eso sí que me preocuparía, pero el hecho es que no creo que suceda. Creo que, para empezar, una letra debe ser asumible e interpretable de formas muy distintas, por todo tipo de personas
Pero manejas un lenguaje de visionario, palabras o conceptos muy potentes y viscerales («alma», «sangre», «sacrificio», «redención»), especialmente capaces de alimentar un culto a tu alrededor.
Sí, pero a fin de cuentas, ahí lo que hay es un tipo corriente relatando cosas que pasan, tal vez no cosas del todo habituales, pero en ningún caso se trata de decirle a nadie lo que debe hacer, no se dice qué constituye pecado y qué no lo es, no hay ningún rasgo de mesianismo... El personaje de Jesús está cargado de moralismo, cosa que yo trato de evitar por todos los medios.
¿De dónde sale ese interés por los temas bíblicos?
A mí siempre me han interesado las religiones en general, y el cristianismo en particular, por una circunstancia cultural, porque es la que me queda más cerca. Cuando era pequeño, incluso quería ser sacerdote, aunque aquello duró muy poco, por suerte, pero las religiones en general, la espiritualidad, es algo que me interesa, por qué lo voy a negar... En ese sentido, he de reconocer que en alguna ocasión en el pasado, cuando se me ha preguntado por la cuestión de la religión, no he sido del todo sincero por una cuestión de autodefensa, y he afirmado que las referencias bíblicas y demás eran puramente estéticas. En realidad es algo más profundo, no basta con decir que la biblia es un libro muy bonito, cargado de imágenes atractivas y de poesía. Las religiones en general forman parte de nuestras elucubraciones para espantar el miedo al abismo, al caos y a la muerte, y a mí eso me interesa mogollón. Es como lanzar ladrillos al infierno para ahuyentarlo, exactamente igual que hacer música. Aunque en muchas ocasiones no he aludido a ninguna religión en concreto, sino a una especie de religión paralela, inventada.
El éxito de Chucho, ¿no vendrá a demostrar que la juventud no es tan frívola como se quiere dar a entender?
Durante la gira del año pasado, la segunda que dimos para promocionar «78», a rebufo del éxito de «Abre Los Ojos», constaté que a los conciertos venía el doble de gente que un año antes, y que mucha de esa gente era muy joven, chavales de quince o dieciseis años , y recuerdo que alguien me preguntó si todos aquellos chavales entenderían algo de lo que estaba cantando, y la verdad es que la pregunta me molestó, porque cuando yo tenía esa edad no era ningún estúpido, y no creo que los que tienen esa edad lo sean tampoco ahora.
¿Con qué relacionas tú la imagen de Chucho? ¿Con los desposeídos? ¿Con los abandonados?
Es el nombre de un perro sin nombre. El tema del perro refleja una preocupación personal, y es que me molesta la división que hacemos tan a menudo entre el género humano y el animal, como si nosotros no nos comportáramos como tales animales. De hecho, hay muchos animales más humanos que nosotros. Encima, los perros son animales que conviven con nosotros en las ciudades, y son casi como personas horizontales, que piensan, y que seguramente tendrán su alma, no lo sé... Mi hija todavía no sabe decir papá, y sin embargo se sabe el nombre del perro de su abuela. Chucho era, por tanto, el único nombre posible para mi grupo, el nombre de un perro sin nombre. También es el diminutivo de Jesús, en Méjico así se llama cariñosamente a Jesucristo. Por último, Chucho era una forma de usar algo muy obvio para huir de elucubraciones demasiado elaboradas, a veces das con una forma muy sencilla de tratar temas muy complejos, la vida es muy complicada pero a la vez muy sencilla, de repente notas que todo es tal cual, simple, aunque a veces nos parezca tan enrevesado, es un nombre con el que nos seguimos identificando totalmente.
¿Qué quiere decir el verso «sálvame del arte»?
Tiene un doble sentido, es por un lado la reacción punki al arte con mayúsculas, al aparato elitista de la cultura, y luego tiene otro sentido...
¿Una alusión, quizá, al sufrimiento inherente a toda creación artística?
No, para Mí el proceso de creación es balsámico, algo placentero, un método de felicidad. El sufrimiento es previo, desde el momento en que estás creando lo exorcizas de alguna manera, lo transformas... Es el único modo que tengo de realizarme, de escapar del sufrimiento... en todo caso lo de «sálvame del arte» aludiría a ese estado previo de sufrimiento, aunque la palabra no me acaba de convencer, es como un estado de gran intensidad, a veces de tristeza, que también puede experimentarse con el arte de otros, con una película, un disco o un libro ajeno... Es como un punto de rabieta, un punto animaloide, una canción que viene a decir: vale, después de todo ese intento de demostrar lo cojonudos y lo patafísicos que somos, al final lo que hay es una canción que dice que soy un perruzo y lo único que quiero es pasármelo bien...
Otro momento conmovedor del disco es el balbuceo final de tu hija, con el que una vez más pones el dedo en la llaga y tocas un tema esencial, un elemento físico que se respira en toda tu obra, otro asunto de vida o muerte.
Es que este disco no es un fin para llegar a ninguna parte, hay que disfrutarlo en sí mismo, la vida es el camino, es estar grabando discos, encontrar un estudio en el que estés a gusto, rodearte de un buen ambiente a pesar de la tensión creativa, que esté tu hija por ahí y que alguien proponga grabarla, en realidad es algo totalmente improvisado, una forma de decir esto es lo que hay, el camino y nada más.
También hay allí un elemento de despelote, casi pornográfico, de compartir lo más íntimo y sagrado con todo el mundo, algo que a mucha gente le costaría mucho.
De hecho, yo siempre había sido muy celoso de mi vida privada, no así en la música, que es un campo en el que siempre he actuado como un auténtico exhibicionista, contando episodios autobiográficos que menos mal que no se han entendido, porque me habrían llevado a la cárcel. En cambio, en las entrevistas sí me he mostrado más cauto, porque me parecía que ya estaba dando hacer m bastante de mí mismo. Y al final, he llegado a la conclusión de que lo musical y lo personal son la misma cosa. También resulta que aquellos que más se interesan por el grupo, que a su vez son los que más me interesan a mí, podrían llegar a malinterpretar lo que queremos decir, o incluso nuestras propias vidas, porque van trascendiendo cosas de una manera que no controlas, así que ¿por qué no contar las cosas en primera persona?
Está comprobado que las personalidades intensas, que remueven a diario en su interior y que no rehuyen los temas más esenciales, pueden provocar un cierto rechazo.
Es que yo no estoy todo el tiempo hurgando en los asuntos más profundos, para mí una conversación liviana puede ser Más importante que otra que verse sobre asuntos pretendidamente serios. Tengo sentido del humor, hay algunas de mis canciones, como «Ella y yo» de Surfin' Bichos, sobre un tipo que sólo quiere ir a tomar aperitivos y pisar charcos, que son muy sencillas, aunque también se refieran en el fondo a cuestiones profundas. En este último disco concretamente hay menos intensidad de tipo intelectual, aunque después haya mucho poso y doble lectura. Es lo que siempre me ha atraído de los discos más clásicos del pop, que pasan los años y les sigues descubriendo nuevos significados, aunque no sean literales. Este disco es más asumible a primera escucha, más directo, como el pop de toda la vida, aunque no sea unidireccional. En cualquier caso, todo el que graba un disco, por simple que sea, está intentando comunicar algo. Si ese algo le llega sólo a quince personas me sentiré satisfecho. Si hay gente que es alérgica a plantearse determinadas historias, que les den.
¿Cómo llevas el paso de los años? Tú estás casado, ahora tienes una niña, y la diferencia de edad con tu público aumenta con el tiempo.
Eso de la juventud es un engaño de la industria, que siempre necesita renovarse, más combustible. Además, está claro que es mucho más fácil manejar y manipular a un grupo novato. Pero tampoco quiero que esto suene a rabieta de viejo. Además, yo estoy ahora mejor físicamente que a los veintisiete años. Y en el plano mental, creo que me ha sentado bien esa mayor confianza en la gente, esa decisión de asincerarme de la que te hablaba antes, de contar las cosas yo mismo, y dejar de preocuparme por lo que se vaya diciendo de mí. De sufrir menos. Y como consecuencia, aguanto las giras mejor, aunque empiezo a estar un poco cansado de viajar y no conocer de las ciudades más que los hoteles y los garitos, de acostarse tarde y de levantarme a las tantas, con el tiempo justo de salir hacia el aeropuerto.
¿Podrías adoptar otra forma de expresión menos sacrificada para lo que quieres contar? ¿La literatura, por ejemplo?
No creo. A veces me lo planteo, pero esos momentos encima del escenario, esa tensión, ese rollo casi de tormenta, compensa con creces...
¿Esa sensación, es patrimonio exclusivo del rock?
No, de la música en general. Yo soy bastante alérgico a términos como rock o pop... Pero a la música en su sentido más amplio nunca podré renunciar, en algún momento he estado muy quemado, y he pensado que nunca volvería a meterme en el circuito, y hasta en esos momentos he constatado que no podía vivir sin música, que no podía separarme de la guitarra. También, más allá de las etiquetas, constaté que tenía necesidad de comunicarme a través de canciones. Así que ya ves, estoy aquí por necesidad, más que por gusto.
¿Qué grupos españoles te gustan?
Sr. Chinarro, un chaval de Murcia que se llama Parade, El Niño Gusano. A mí me encanta la música, pero intento que no se convierta en un trabajo, no sentirme en la obligación de estar al corriente de todo lo que pasa, sino sencillamente reparar en cosas que descubro espontáneamente, y que me llegan de forma especial. Igual me pasa con las películas o los libros.